QUIMERA AZUL


 

Ahora que soy vieja, mis ojos difícilmente ven en la penumbra invernal y casi no oigo los embates de las olas cuando sopla ese viento helado del Norte. Solo mis piernas caprichosas insisten en los paseos por una orilla de arena salpicada de conchas, algas y restos que la agitada marejada ha traído durante la noche.

Una y otra vez me digo que no tengo edad para tanto trajín, que personas arriesgadas como yo se confían y la tempestad les arrastra, les engulle sin piedad por no respetar su fuerza. Pero yo no me arredo. ¿Será hoy el último día que me atreva?

Cuando solo me queden recuerdos en mi cabeza y el resto de mi cuerpo se oponga a separarse del calor del hogar, ya se habrá cerrado el círculo de mi vida y esperaré a la muerte con alegría para que me libre de la congoja de no poder apreciar de cerca la belleza del mar. Ese mar que unió mi vida de adolescente a un hombre joven pero curtido por el sol de mil mares, batido por vientos de mil continentes y aventurero, en fin, de todos los puertos.

Aquellos tiempos con Eloy formaron mi espíritu libre, conocí lo que encierra la palabra felicidad y quedaron unidos para siempre dentro de mi alma, el amor y el oleaje.

Un día, el marinero audaz no subió al barco que partió dejándole en tierra para siempre… y estuvimos juntos más de cincuenta años… llegaron hijos que nadaron siguiendo nuestras brazadas…

Pero cuando llegaron pequeños nietos a los que les fuimos contando historias, algunas veces ciertas, a Eloy le invadió la realidad de su vejez y murió mirando el horizonte azul de una mañana veraniega, en un muelle del pueblo de pescadores donde vivimos y amamos…

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  • ¡Venga ya! María, has ganado el juego de hoy, contar la gran mentira. No sé cómo haces para mantener tu record, hoy con el reto propuesto de incluir “marinero”, todos lo tuvimos muy difícil ¡y no te hemos hecho ni sombra!
  • Gracias Juani, ese mar de mi mentira es quizás lo más cierto que os he contado nunca… ¿O no?

 

Enero 2018

RECUERDO DE NAVIDAD


 

Recuerdo una Navidad lejana:

Pamplona, blanca de nieve y misa del gallo, una fiesta compartida entre papás, primos, tíos y una hermana mayor.

Comíamos pollo y turrones, había muchas luces encendidas y los mayores bebían en copas doradas. Mi abuela contaba historias Navideñas y nos llevaba a la cama, cantando villancicos.

Pastorcitos que iban a ¿un portal? Un niño que nacía en una cuna de paja; pobre ¡qué frío! Tranquila me dormía: el niño tenía cerca a su mamá, y hasta un burro y un buey…

¿Qué mejores compañeros de cama para una princesa de cinco años?

 

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Salou Diciembre 2017

MADERAS ETERNAS

Mi padre era ebanista. Vivíamos en un mundo en el que los encargos eran solicitados con urgencia. En las casas siempre hacían falta mesas, sillas y armarios. Nadie imaginaba un sistema más barato y rápido que llamar al carpintero. Era un pueblo ni grande ni pequeño en un valle donde en invierno los montes nevados hacían sombra desde muy temprana hora y nos cobijábamos en casa buscando calor, comida caliente, familia y amigos para conversar.

Se hablaba de centros comerciales que en la capital, reunían tiendas de todo tipo, que era fácil encontrar lo que buscabas y siempre más barato que lo que costaba la ropa y los muebles a medida. ¡Que hasta gasolinera tenían algunos!

  • ¡Bah! — Rugía mi padre — ¿Quién va a comprar un armario desmontado? Si lo más importante justamente es el toque final, el ajuste de las piezas: de ese zócalo donde debe encajar toda la estructura, de esos cajones que piden lijados exhaustivos para que se deslicen con un suspiro…. Y el olor a gasolina…

Nada, que no, que un armario tiene que nacer. Cada casa merece una madera, su color y su textura define al propietario. Los adornos se eligen y el proyecto se medita. Si se pide talla muy realzada, debía buscarse una buena caoba o nogal que permitiera trabajar con la gubia y el buril a fondo. Si es para niños: elegir encina o haya, colores claros y diseños simples que soporten años de golpes y puedan guardar juguetes con tornillos, que apenas dañarán el mueble.

— Un armario —repetía —no es solo un mueble, es la idea del cliente hecha realidad. Aunque sea elegido entre los modelos que ofrezco en mi carpintería, nunca dos serán iguales. — continuaba —Cuando se mide la pared donde las maderas se apoyarán, se tiene mucho cuidado de aquel desnivel casi imperceptible del suelo y también hay que tomar nota de un resalte producido por ladrillos antiguos o de una esquina descuadrada y se estudiará meticulosamente el tamaño de las bisagras que tendrán la misión de aguantar, suave, firmemente y durante mucho tiempo, las puertas, sobre todo aquellas que llevan espejo incluido.

— ¡Cómo va a ser posible comprar uno que encaje así por las buenas! — Añadía — ¡Imposible!

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Pasaron los años y yo hice lo que muchos, me mudé a la gran ciudad, me casé con Ernesto y tuve dos hijos y enfrente de nuestro piso construyeron un centro comercial con una tienda de muebles por piezas, fáciles de montar y baratos.

Por una cosa o por otra nunca pudimos ir a la casa de los abuelos y coincidir para que mi familia conociera a los peques. La mala noticia sobrevino de repente. Mi padre había muerto. Cogimos el coche y volamos al pueblo.

Durante el viaje iba contando a mis hijos (y a mi marido que me miraba de reojo mientras conducía) el trabajo que en vida hacía el abuelo. De las maderas, del armario, de las medidas…

El cartel que anunciaba “El Pueblo 2 km”, me hizo reaccionar.

  • En el primer cruce— dije casi gritando— dobla a la derecha y al poco está la Carpintería. ¡Que la vean los niños!

No aparecía el antiguo cartel verde anunciando trabajos de ebanistería fina… En el terreno que ella ocupaba, una hermosa y moderna Gasolinera presentaba surtidores de colores y cajeros automáticos para pagar. Paramos y mientras Ernesto llenaba el tanque, llevé a los niños a comprar alguna chuchería en la tienda adosada.

¡Allí estaba la antigua carpintería! Una puerta grande de cristal daba paso a un espacio con vetustos estantes de madera pulida, donde se apoyaban viejos martillos y sierras, un berbiquí y cajas para tornillos y clavos. En vitrinas, cepillos de carpintero, gubias y lijas se mostraban iluminados suavemente… Se conservaba un aroma añejo que daba paso al tiempo moderno mezclando chocolatinas, pan, chicles y refrescos, con artículos como neumáticos y cadenas para nieve, gran cantidad de aceites y aditivos para motor y también periódicos.

Solo atendía una joven diligente que ordenaba botellas y bolsas que se ofrecían al cliente junto a pequeños recambios para automóviles.

Al entrar, con los ojos llorosos y el ánimo hundido apenas pude decir: — Allí al fondo el abuelo guardaba las maderas. Quizás aún quede algún armario… ahí detrás.

Ernesto, que entraba en esos momentos, cogiéndome la mano dijo —No seas tonta.

A mí me pareció ver una sombra de caoba sentada en la gasolinera, lijando y tallando una puerta esperando a sus nietos. Seguimos camino para despedir a mi padre.

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Salou Noviembre 2017


DECISIÓN ACERTADA

DECISIÓN ACERTADA

 

 

 

 

Era más que un simple robot. Allí sobre el mármol de la cocina, todavía con restos del transporte entre sus componentes; los de serie y los personalizados atendiendo escrupulosamente las indicaciones de la compradora, parecían resplandecer varias y grandes piezas metálicas que, una vez organizadas adecuadamente según las instrucciones adjuntas, se convertiría en lo que había comprado Irene como solución.

Madre soltera, no por elección sino por abandono unilateral del cincuenta por ciento del origen de su hijo, Irene miraba con ilusión al nuevo integrante de su pequeña familia.

Si, lo había pensado y repensado, cada céntimo gastado desde la penosa ausencia de su ex, lo sometía a una minuciosa, personal y conflictiva decisión. Lo discutió con sus mejores (dos) amigas y si bien no al cien por cien, ambas le aconsejaron introducirlo en su vida. Estaba sola, su hijo a veces tenía que estar al cuidado de desconocidos, pues sus abuelos no siempre podían hacerse cargo. Ella no tenía tiempo, ni ganas, de algo más que trabajar y trabajar para poder pagar facturas de todos los colores que llegaban incansables a su buzón entre la última y la siguiente semana del mes en curso.

Salir a divertirse era algo desconocido, conocer gente nueva impensable. Entre las compras en el supermercado, limpiar, lavar los platos y planchar la ropa, se le acababan las horas y apenas podía estar con Luisito que acababa de cumplir seis años y requería más atención cada día que pasaba: colegio, deberes y fiestitas infantiles,

A ella le faltaba algo. Se sentía culpable, no llegaba a todo y a la vez un cosquilleo en el estómago le recordaba que era humana y tenía sentimientos. Y lo decidió. Compraría un robot. Estaba en el siglo XXI ¿verdad?

Llamó por teléfono a Roberto la mañana siguiente. Roberto era el vendedor que había ofrecido el producto en una visita programada en la oficina donde Irene trabajaba. Muy guapo, por cierto. Moreno, alto y con una suave voz de tono grave, que le hacía a Irene unas cosquillitas responsables de esa sonrisa tonta que aparecía en su cara al oírle.

Hablaron bastante rato y quedaron para verse el siguiente sábado, a las doce del mediodía. Perfecto. Dejaría a Luisito con la vecina de abajo para poder prestar toda la atención a Roberto que explicaría, detalladamente, en qué consistía la novedad que daría un vuelco a su vida.

El sábado, después de la ducha matinal, Irene se puso unos bonitos vaqueros y una camiseta casual y bajó a Luisito con tres galletas extra grandes dejándole, con un beso, en el recibidor de Elena, su vecina.

Roberto habló largo y tendido. Lo que empezó como una exposición de venta de lo más moderno del mercado, se convirtió en un tarde atípica del otoño atípico de Irene… y Roberto.

Todo eso lo recordaba sonriente, algo más que sonriente, Irene en su cocina mientras desenvolvía, con ademanes pausados, la máquina que cocinaba gracias a unos programas informáticos asequibles al usuario con acceso a internet.

Tuvo un momento dulce al pensar cómo, el robot de cocina que había comprado para tener más tiempo libre y dedicarlo a su hijo, era el responsable de tener a Roberto a su lado en lo que parecía consolidarse en la más hermosa historia de amor jamás soñada por una treintañera solitaria.

Ahora tendría tiempo no solo para para compartirlo con su hijo.

Teresa Ros

Salou octubre 2017


ANHELO

El joven recibió un fuerte golpe, cerró sus ojos, le invadió la noche y descansó.

Cuando los médicos aconsejaron desconectar los equipos, lágrimas de madre activaron la esperanza, creando el perfume de vida que forjó un nuevo amanecer.

Roster 2017

Tremendo castigo

 

Mientras bajaba las escaleras corriendo y a saltos, Luisa se acomodó la mochila sobre sus hombros y salió a la calle No podía llegar tarde, el gorro no apareció y hacía un frío polar, los papeles sí; estaban todos rellenados, sellados y firmados. Suspiró convirtiendo su aliento en nubecilla ascendente y temblorosa al salir a la calle. Llegó a la parada casi al mismo tiempo que un autobús Extermix gris, un letrero encima del parabrisas informaba su destino: Prisión de Primera Fase.

Subió detrás de dos hombres de mediana edad y de una chica de unos treinta años, su cara enrojecida por el viento helado y una chaqueta raída, nada adecuada para protegerla de las bajas temperaturas reinantes, eran llamativas y lo peor sus zapatos demasiado gastados. A Luisa le preocupaba la ropa, no solo por el aspecto; ir muy desastrada denotaba la desesperación de no tener el subsidio apropiado. Al fondo del vehículo, unas formas dibujaban individuos aislados.

Ella estaba preparada— pensó— era la primera vez, era joven y sus casi veinte años le otorgaban credibilidad ya que no podía estar contaminada por las antiguas ideas y vetustas culturas. Verían intacta su motivación para aprobar un examen que la introduciría en el mundo confortable del sometimiento. Era un primer paso, claro, pero superando la Prisión por tres años, o cuatro si accedía a especialización, tenía asegurado el ansiado documento que la acreditaría como Contenida de Grado Cerrado y ya podría permanecer en sucesivas prisiones el resto de su vida, acatando órdenes, cifrando doctrinas pautadas, copiando programas de Olvido Riguroso o Memoria Nueva para enviar a la Tutela Máxima.

Sabía, le habían contado, lo magnífico que resulta perdurar como Contenida. ¡Qué orgullo!, ¡qué honor!, acceder a presencia constante en edificios atrincherados y una hora al día ocupada en actividades que igualaban el mundo.

En el inicio del trayecto hacia la prisión atravesaron barrios casi vacíos, aquí y allí unos perros olisqueaban bolsas abandonadas. En algunas esquinas resaltaban las casetas oscuras de Resguardo, Consulta y Envío. Por las chimeneas de sus techos salía el humo vacilante de estufas encendidas y a sus puertas grupos de personas esperaban pacientemente su turno.

Poco después, al cruzar descampados, Luisa miró distraída por la ventanilla los árboles cubiertos de escarcha que adornaban, impertérritos, un paisaje sin vida. A lo lejos señalizaciones con luz amarillenta anunciaban que finalizaba la zona atendida por Cuidadores y se entraba en un espacio “Libre”. Nadie quería pensar qué peligros podrían surgir si un imprevisto obligara a parar pero había personas que preferían sufrir la incertidumbre de la autonomía a disfrutar de la comodidad de tener la vida normalizada sin complicaciones y a veces se mostraban.

El conductor avisó por megafonía que ya solo quedaba media hora de viaje. Que permanecieran callados para no llamar la atención y que a partir de ahora se apagaba tanto el cartel luminoso que indicaba el destino, como las luces interiores.

—Practiquen la Contención— dijo en un tono neutro perfectamente aprendido.

Bueno, ya faltaba menos, mañana sería, tenía que ser, el gran inicio. Luisa miró a la hembra andrajosa que la precedió en la escalerilla del autobús y movió la cabeza ratificando su primera impresión: seguro que esa mujer había vivido ya éste momento y suspendió el examen.

Le habrían dado la Opción: presentarse de nuevo, pero solo conseguiría ser Sombra con obligación de trabajar en cocinas y aseos. Benévolos habían sido, se hablaba de que si la nota era muy mala o el comportamiento inadecuado, te aplicaban un castigo tremendo sentenciándote a la Libertad, sin elección. Esto Luisa no lo consideraba siquiera. Libertad. Para siempre. Mejor morir y descansar.

Ahora imaginaba los galardones que podría obtener con notas superiores a la media. Tenía memoria fotográfica y nunca opinaba sobre los conceptos establecidos. Quizás…solo quizás, pero que ilusión si…

¡Deseaba obtener el pañuelo de seda de las Elegidas para no salir jamás de una prisión!

Se encendieron las luces cuando el Extermix atravesó unas alambradas por un camino que se interrumpía ante unas puertas de acero que se abrieron, permitiendo el paso a un túnel con potentes focos que iluminaban el entorno llegando ¡por fin!, a un recinto amurallado donde frenó y sus puertas se retrajeron.

Luisa sonrió, su vida sería la soñada, sin duda.

Entre la Sombra y la Seda…

Se levantó del asiento con calma, recogió su mochila y bajó del autobús despacio, caminando hacia el éxito.

 

Roster

Mayo 2017


 

Susana esperaba

Susana esperaba sentada en el borde del jardín, junto a Paquita. Ernesto estaba dentro de la casa aún, recogiendo las bolsas y chaquetas para la primera salida de la temporada.

Después del largo invierno que la había obligado a permanecer acurrucada en casa, agradeciendo la calefacción encendida, Susana salía ahora a bañarse de sol y eso le producía un placer inmenso.

Unos fuertes toques de claxon anunciaron la llegada de los amigos; con el calor empezaban las aventuras. Siguiendo la rutina muchas veces repetida, subieron a la furgoneta y emprendieron la marcha. Susana medio feliz medio temerosa, deseando que se acabara pronto el viaje, que diera fin el bamboleo que producían las ruedas al sortear, en carreteras imposibles, los baches con piedras que presagiaban resultados catastróficos.

Pero hoy no. Hoy el trayecto era apacible y el camino, recto y suave, permitía un descanso intermitente solo suspendido por la curiosidad de conocer el lugar que se había escogido para la ocasión. Susana abrió un ojo sin querer espabilarse del todo; viajaba detrás de Juani y de Pedro, los cabecillas de la excursión que se reían y bebían cerveza. Conducía Marc, muy serio, era el encargado de llevar a buen fin a sus amigos, sin multas ni accidentes. Ernesto hacía de copiloto y Paquita al lado de Susana la miraba de vez en cuando. Todo estaba bien organizado: con la llegada de las buenas temperaturas empezaba lo mejor de cada año, salidas, paseos, encuentros con gente conocida o por conocer que siempre eran cariñosos con ella… Estaba algo mareada, Susana ya no era joven, sentía que su cuerpo le fallaba a veces. Pero no hacía caso. Lo importante era estar en el grupo de siempre, rodeada de vida y alegría esperando la comida prometida, en un lugar desconocido, salvaje tal vez, con niños corriendo y padres preparando barbacoas apetitosas. En la bolsa de Ernesto seguro había algo especial para ella. Cerró el medio ojo entreabierto y poco después se despertó sobresaltada cuando la furgoneta frenó y se apagó el motor. Se abrieron las puertas y bajaron uno a uno.

  • ¡Bueno, ya estamos aquí! – Dijo Ernesto en cuanto sus pies tocaron el suelo – ¡Ven Susi! ¡Mira que sitio tan bonito, atrévete a ir hasta el borde del camino…! ¡Venga anímate!

Susana, estirándose poco a poco hasta que todos sus músculos estuvieron organizados hizo caso a Ernesto. Sí, desde allí se veía un llano cuajado de árboles frondosos, casi apetecía correr hacia ellos como en los viejos tiempos. Giró su cabeza hacia atrás mirando fijamente al grupo que estaba hablando sin percatarse de que nadie había empezado a bajar bolsas o paquetes. Esperó tranquilamente a que alguien se le aproximara para emprender un paseo largo y sosegado.

  • ¿Creéis que es un buen sitio para Susi? – Preguntó Marc, siempre serio, al resto del grupo.
  • -Mira – Contestó Paquita – Susana ya no puede volver con nosotros, nos mudamos, ya lo sabéis, y tú, Pedro te has negado en rotundo a hacerte cargo de ella…
  • Imposible… No tenemos ni sitio ni tiempo. Allí detrás de aquellos árboles hay varias casas y siendo tan dócil como es Susi, encontrará amigos pronto – dijo con cara muy triste Pedro – me da no sé qué, pero la tenemos que dejar y este es el mejor lugar…
  • Bien… si estáis todos de acuerdo, voy a darle algo de carne picada y trocitos de pan que he traído como consolación… – Paquita se acercó a la furgoneta y revolvió una bolsa – ¡Ven Susi, toma, toma


Susana, Susi para los colegas, meneó su larga cola peluda alegremente, acercándose a Paquita que le ofrecía un algo que olía muy bien y empezó a comer despacio, saboreando el regalo ofrecido por su dueña mientras los compañeros subían rápidamente a la furgoneta, poniéndola en marcha y cerrando las puertas detrás de Paquita que saltó dentro alejándose de la perra vieja y dócil que al terminar la apetitosa ración, se acomodó junto a un ancho tronco caído. Dormiría una siesta al sol.

Anocheció y las temperaturas bajaron rápidamente mientras Susana esperaba.

 

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Morella: Viaje en el tiempo

 

De repente, surge entre curvas una imagen sorprendente con todos los requisitos de cuento de princesas leídos con avidez en la infancia. Un castillo en la cima más alta del entorno, que por cierto guarda muchos restos nevados que previenen del frío que nos espera en cuanto bajemos del autobús, el castillo en cuestión nos habla de caballeros, gestas religiosas (asoma la cúpula majestuosa de una iglesia con vocación de catedral) con una población que ha cambiado a través de los siglos,(nos cuentan que ya había asentamientos antes de los íberos) que los griegos estuvieron por aquí y los romanos construyeron y no pararon, tenemos el acueducto como protagonista y muchas calles empedradas atestiguan el paso de caballos árabes y la recia muralla nos cuenta la protección ofrecida a los habitantes en innumerables batallas y conquistas.

O sea tenemos, imaginativamente hablando, una princesa en el castillo esperando al enamorado que galopa hacia ella sin contar con peligros sin fin. ¿Qué nos queda? ¡El dragón! que impedirá tan hermoso romance… Pues no falta, no, los dragones=dinosauros poblaban la zona.

Para atestiguarlo un hermoso museo nos explica detalladamente los huesos encontrados y a qué especies pertenecen. Parece mentira, si no estuviéramos en vivo y en directo sería la fantasía perfecta para relatos que la vieja bruja (seguro que hubo más de una) explicaba a los niños que se portaban mal: si no obedecéis a mamá vendrán los caballeros y os llevarán a la cueva del dragón…

    Sigamos con la excursión. Como los visitantes entran a pie al recinto amurallado, hay que subir hacia el castillo por callejuelas que van rodeando la montaña y de repente nos encontramos con la zona comercial que presenta una hermosa arquitectura de porches de piedra típicos protectores de un clima inhóspito y que ahora enmarcan los comercios tradicionales entre mágicos rincones. Empezamos a comprender la declaración de Conjunto Histórico Artístico.

También encontramos cosas materiales y modernas: Quesos, embutidos y muy variadas conservas artesanas que nos traen a la realidad de que en clima frio y para quedarse en casa calentitos nada hay como una buena comida…

Seguimos en nuestra peregrinación encontrando rincones entrañables y unas ventanas, escaleras y puertas que piden fotografías y un recuerdo de éste pueblo singular que nos habla de tantas cosas, de tantos tiempos, de tanta gente y paisajes, animales y costumbres que tendremos horas para comentar y repensar todo lo que hemos visto.

Nos vamos de Morella, queremos volver para pasear despacio para encontrar su esencia.

 



 


 

EL CAMBIO CLIMATICO Y MI AMIGA MERCEDES

De mis charlas con Fernando

•    Dr. Fernando Valladares: doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es profesor de investigación en el CSIC y profesor asociado de la Universidad Rey Juan Carlos, en Madrid.

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    Le cuento a Fernando mis negros pensamientos sobre el tiempo: que nadie me lo tiene que asegurar, lo he vivido desde mi infancia hasta ahora comprobando que no tiene nada que ver un enero de 1.960 con los de los últimos años

En éste invierno, (que no ha llegado), mi preocupación por el cambio climático tan traído y llevado por periódicos, informadores y disertadores de todos los colores, profesiones y religiones ha llegado a su nivel más alto.

Tanto en el mes de enero como en febrero hemos tenido 20º muchos días, demasiados. (Hoy 2 de marzo 22º) Por más que vivamos en un Salou privilegiado en cuanto a clima, calor en invierno produce, cuanto menos, preocupación. No es normal. Se discute en círculos científicos y lo comentamos en reuniones familiares, en ocasionales encuentros en la calle y hasta en la consulta del médico: ¿Lo que me pasa doctor no puede ser porque éste año no viene el frío? Y así con el mal humor, picores y dolores…

 

    Mi amiga Mercedes

                (…Y la basura)

 

    Conocí a Mercedes en un sitio, ahora lo pienso, algo insólito: el gimnasio del Ayuntamiento. Digo insólito debido a nuestra edad, ella tiene casi noventa y yo… algunos menos. Hasta hace poco tiempo si me hubieran dicho que alguien, con esa edad iba al gimnasio tres veces a la semana, no me lo habría creído, bueno, ahora veo que hay cosas diferentes a lo que uno cree que es normal. Me acerqué a ella porque me recordó a mi abuela: bajita, redonda de figura, pelo blanco corto y una cara con una sonrisa permanente en la que leí desde el primer momento una gran bondad. Esa bondad que es consecuencia de una larga vida llena de trabajo, con alegrías y dolores, con problemas y resultados, con demasiada experiencia. Como mi abuela: llena de vida por dentro a pesar de que su cuerpo iba, poco a poco, denotando cansancio y presentando un sinfín de síntomas que no conseguían acabar con su voluntad férrea de ganar la partida a sus males.

Todos los días que coincidíamos hablábamos un poco o mucho, según tardara la monitora en aparecer. Así no pude menos que ceder a la curiosidad e ir preguntando, un poco un día, un poco otro y construir su biografía a trocitos, como esas preciosas colchas pachwork, retales de minutos, colores de vivencias.

Así supe que nació en 1.926 en Vilanova de Córdoba pero su familia se fue a vivir al poco tiempo a Palancares. Y aquí empieza lo que para mí es una vida de película, de esas películas en la que se cuenta la historia de familias que fueron a las nuevas fronteras americanas y que lucharon contra los indios, solo que ésta vez pasaba en España mismo y hace poco más de setenta años y sin indios.

El padre de Mercedes era carbonero, hacía carbón con las ramas de encina que cortaba/podaba de los árboles del rico terrateniente que le pagaba dejándole usarlas para su beneficio después de limpiar el bosque.

Entonces –continuaba mi amiga- Se construía como una choza- Mercedes hacía gestos explícitos – con maderas cortadas del mismo largo en forma de montañita con unas chimeneas abajo y arriba para que respirara el fuego y se cubría de ramas y tierra…durante veinte días la leña quemaba y luego se abría y sacando el carbón, después que se enfriara, se vendía en el pueblo más cercano. La casa donde vivían estaba en medio del campo, sin electricidad ni agua. Faroles, velas y agua del pozo…que había que ir buscar. Mercedes ayudó a su padre desde los diez años, nada de colegio, mucho trabajo, su madre en el huerto con las gallinas; con más hijos…

Tenían un cerdo para carne y una cabra para leche, solo compraban arroz y alguna tela que la madre cosía por las noches para hacer las prendas necesarias…

Y a partir de aquí, con mis preguntas entrometidas me confesó que casi no sabía escribir, su firma y poco más, leer sí, porque aprendió cuando sus hijos (siete, si, si, siete) fueron al colegio y con sus cartillas y su voluntad sabe leer ¡de lo mejor! Me atreví a seguir preguntando por los detalles de esa vida-película histórica: por la basura; (¡Qué tontería verdad?) ¿Qué hacían con la basura? ¡No había basura!, algo echaban al cerdo y a la cabra, otro poco y migas a las gallinas, y los perros acababan con el resto. Me costaba imaginarme lo que sus palabras representaban, sonriendo le hice una casi última pregunta. Después de saber cómo pasó su infancia y juventud con esas costumbres tan lejos de las urbanas actuales le dije: – Y ahora (ja, ja) a que no reciclas (ja, ja). Me miró muy seria y me contestó: – ¡Claro que sí! Amarillo, envases.- Azul papel… claro que ahora casi siembre baja mi hija a los contenedores, pero hasta que murió mi marido…

Yo lo hacía
siempre! – Me dijo mirándome enfadada de que dudase de su basura ordenada.

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Muda me fui a casa después, reflexionando cuantas personas de cualquier edad me habían dicho que no reciclaban, que ellos pagaban impuestos, que trabajaran otros, que luego mezclaban todo, que no les importaba nada.

¡Vaya! me dije, debe haber algo dentro de nosotros que impulsa a unos y a otros a hacer según qué cosas bien o mal……

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¿Qué podemos hacer?

Somos nosotros los que generamos toda esa inmensa cantidad de basura y, por supuesto, podemos hacer todo lo que este en nuestra mano para disminuir su producción.

Estas son algunas de las cosas que podemos hacer para disminuir la cantidad de basura que producimos en nuestro hogar:

Comprar productos con poco embalaje.

Usar productos reciclados.

No usar productos desechables.

Depositar los residuos en los contenedores correspondientes, es decir separar plásticos, papel, residuos orgánicos, vidrio, etc.

En definitiva aplicar a nuestra vida la regla de las tres “R”: reducir, reutilizar y reciclar.

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Teresa Ros Marzo 2.016


 

CALÇOTS EN DOS CIUDADES

Me dijeron, me comentaron, me explicaron detalladamente que se organizaba una fiesta celebración, comida, degustación, banquete bailable y/o pitanza típica catalana en Valls, que por precio módico se ofrecía ida y vuelta en autobús, todo incluido.

Aquel que haya vivido en éstas tierras tarragoninas un cierto tiempo, un año al menos, ha probado las cebollitas dulces entrañables. En privado, familias, compañeros de trabajo, jóvenes, viejos… todos, de noviembre a marzo asan, en modernos jardines o antiguas masías, manojos del exquisito manjar y lo acompañan con carne de cordero, de cerdo, salchichas con alubias blancas, alcachofas asadas y vino, cava y crema catalana de postre. O se va a un restaurante y allí te ponen el babero y todo y más que desees cuantas veces quieras. Vale, a mí me encantan y he ido a unas calçotadas y a otras. Pero en ésta ocasión me surgió una curiosidad repentina: ¿quién habrá sido el primero en tomarse el trabajo de calzar las cebollas y recogerlas un mes después? “Todo el mundo sabe que es comida original de la pagesía después de recoger la uva, asando los calçots con los sarmientos cortados de las vides, pero… ¿si hubiera alguna historia escondida? Supe que tendría que buscar entre pergaminos polvorientos, en viejos y olvidados almacenes de lejanas ciudades y pueblos desconocidos para hallar otras verdades. ¡Siempre una historia o leyenda tiene varias versiones!

Me puse, incansable, a chapotear la historia (léase busqué en internet de la mano de Google) y tengo valiosos resultados para compartir con quién quiera leer hasta el final.

En esos momentos contacté con una reportera intrépida, Mari, para que fuera testigo fiel y trajera pruebas documentales y fotográficas que acreditaran que la calçotada vallense anunciada, reunía los requisitos establecidos por las normas no escritas, mientras los antiguos registros que iban apareciendo al rebuscar en sótanos oscuros, podrían ser estudiados y puestos en orden cronológico para la reflexión, análisis y conocimiento público.

Desde Salou la escritora abnegada viaja hasta PANONIA (antigua Hungría) para enterarse de los descubrimientos arqueológicos que han sido hallados en la ciudad de Briguetio (SzonyHungría). La distancia no es inconveniente, 2.570 kms no disuaden en su propósito a quién quiere obtener resultados interesantes. (Un poco exagerado…)

Mientras tanto en Valls:

 

 

 

 

Se esperaban noticias saboreando apetitoso almuerzo y se visitaba dulce fábrica de galletas, inquietos aparecen los comensales sin saber, aún, el origen de las calçotadas.

Desde mirador lejano, envuelta en viento gélido entre la nevada persistente, la escritora abnegada encuentra y toma nota minuciosa de datos y más datos:

PANONIA


BRIGETIO (Szony, Hungría)

Panonia era una antigua región del Imperio Romano, ubicada en Europa Central y recorrida por el río Danubio, que corresponde actualmente a la parte occidental de Hungría y la oriental de Austria. Estuvo habitada por tribus de etnia iliria, quienes eran un pueblo de raza indoeuropea que hasta ahora poco se conoce pero de gran importancia en Europa Central. Panonia fue conquistada por Roma entre 35 y 10 a C, siendo fuertemente e intensamente romanizada. Luego sufrió el choque de incontables invasiones bárbaras. Las ciudades principales de Panonia de la época romana son Vindobona (Viena, Austria), Carnuntum (Petronell, Austria), Brigetio (Szony, Hungría) y Aquincum
(Buda, Hungría).

Posted by Thor (junio 2.010)

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El origen romano – el porrus capitatus

Hay evidencias que muestran que los romanos ya comían calçots. En una excavación en la ciudad húngara de Brigetio, durante el mes de agosto del año 2000, el arqueólogo húngaro Lázló Borhy encontró una pintura curiosa que mostraba a un hombre comiendo porrus capitatus, los actuales calçots, en la típica posición: mano alzada, mirando hacia arriba, e introduciendo el calçot en la boca. La pintura data del siglo III de nuestra era, y según indican él y la también arqueóloga Isabel Rodà, debido a la vestimenta del hombre, éste sería un esclavo. Aparecen también otras pinturas que sostienen cuencos con una salsa anaranjada, con lo que el acompañamiento tampoco sería un descubrimiento nuevo

Existen múltiples escritos que hacen referencia a los porrus capitatus, lo que hace suponer que no fue un caso aislado, sino más bien una costumbre en el imperio.

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El origen vallense – Xat de Benaiges

A continuación datos más caseros:

Se dice que el descubrimiento de los calçots se debe a un agricultor de Valls apodado “Xat de Benaiges” (pronunciado “Chat”), quien, a finales del siglo XIX, quemó unas cebollas viejas en el fuego. En vez de tirarlas las peló y probó, descubriendo que su interior era muy dulce y poco fibroso. No hay ninguna documentación que acredite esta historia. Se ha solicitado información de carácter fiable a la Cámara de Comercio de Valls, y a la IGP “Calçot de Valls”, y no hemos obtenido ninguna respuesta concluyente. Sin embargo, y gracias al archivo municipal de Valls, sí que disponemos de documentación que acredita la existencia de los calçots en esta población a principios del siglo XX. No así de la existencia del “Xat de Benaiges”, una historia que empezó a circular en los años 40 del siglo pasado.

Tanto si el origen es vallense o romano, tanto si es del siglo III o de finales del XIX, lo que es innegable es que Valls es, hoy en día, la capital mundial del calçot, y la Unión Europea distingue su calidad con la concesión de una Indicación Geográfica Protegida.

Consumo de los calçots

Los calçots son fruto de la tierra. Como tal, cuando son recolectados presentan tierra adherida, raíces, etc. Si van a ser dedicados al consume mediante la calçotada tradicional, no es necesario hacer nada. NUNCA debe cortarse el nudo final del calçot; sólo las barbas (las raíces).Una vez que hemos asado bien los calçots en llama viva de sarmientos, procederemos a pelarlos. Esto se hace con una leve presión en la punta (donde estaban las raíces), y estirando a la vez de las hojas centrales. Así el calçot sale entero y completamente limpio. Una vez pelado, se untan en la salsa de calçots.

Cultivo del calçot

Las cebollas, y por consiguiente también los calçots, son plantas de dos ciclos. Se obtienen las semillas a finales de junio o principios de julio, que después de dejar secar se plantan en diciembre. El plantel se obtiene en febrero, época en que se trasplanta, un año después obtenemos la cebolla blanca que arrancamos del suelo y dejamos secar, tirada en el campo, hasta que caen sus hojas y raíces. Hacia mediados de agosto o principios de septiembre se plantan las cebollas ya con vistas a calzar y conseguir calçots.

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El cómo y el cuanto asar el calçot tiene una ciencia apoyada en la experiencia; esto nos contaba Mari de la calçotada en Valls: “Éramos setenta y tres personas, y nos dieron a repetir todas las veces que quisimos, siempre estaban en su punto”.

Resumiendo señores. En Valls las calçotadas son estupendas… está cerca y hace buen tiempo. Repitamos una y otra vez ahora que lo sabemos todo sobre tan ilustre alimento. Tenemos certeza de que son auténticos por su sabor, su estilizada figura que nos entregan envueltos en humo condensado que nos exige una manipulación cuidadosa y posterior lavado de manos concienzudo, lo que hace más que una comida, la fiesta que todos ansiamos en compañía de amigos.

Vemos pues que la misión de conocer de una vez por todas el origen real de las posibles leyendas que rodean a la dulce cebollita, no tiene un resultado definitivo, pero ha sido muy divertido el intentar encontrarlo.

Fotos via Mari.

Teresa Ros, Febrero 2016